Os voy a contar una cosa, queridos lectores.
En este voluntariado, no sólo hemos aprendido a cómo salvar
vidas y conseguirlo, no.
En este viaje hemos podido entrar en contacto con valores y
virtudes que se encontraban un tanto marchitas dentro de nosotros mismos. Y no
es una forma de hablar.
Fortaleza, generosidad, obediencia. Dicen que podemos
aprender con el ejemplo de los demás, pues bien, yo he sido testigo de ese
aprendizaje en mi misma; allá donde voy, siempre recibo una lección (buena lección)
sobre cómo debería ser y por lo tanto intentar cambiar eso
Os voy a poner un ejemplo; estos días en Austin, hemos
podido conocer y entablar una curiosa amistad con el matrimonio dueño de la
casa de invitados donde estamos viviendo. Pues bien, esta familia podría tener
todos los lujos y caprichos que quisieran e incluso no preocuparse por las
españolas gritonas que se acogen en su casa, ¿Para qué? Sería algo absurdo.
Pero no, este matrimonio me ha dado un ejemplo austeridad, sobriedad, y
generosidad que no se puede expresar con palabras.
Todo con una sonrisa constante, nunca diciendo no a nada.
Siempre los demás y ya luego ellos.
Porque se nos juzgará por el cómo tratemos a los demás, y,
digo yo que habría que pararse más a menudo a pensar en esto, ¿no?
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