No es una decisión fácil

Ayer estuvimos en una de las clínicas dónde se practican el 20% de abortos contabilizados en Ohio. Tres de nosotros pasamos la mañana entera allí, rezando y repartiendo folletos mientras intentábamos hablar con ellas. 

En un momento dado, vimos a una mujer en una esquina de la clínica, estaba vomitando y tenía mala cara. Me acerqué y le pregunté si estaba bien y si necesitaba algo. Respondió "no" a ambas preguntas. Luego me explicó su situación. Tenía 43 años, cuatro hijos y un novio que había vuelto a beber. Aseguraba no poder sostener esa situación.

Nos explicó que no consideraba que fuese un bebé porque aún estaba de pocas semanas. De nada servían nuestros folletos. Rechazó nuestra ayuda pero entendía el por qué de nuestro esfuerzo.

Estaba indecisa, triste, nerviosa y enfadada. Sabía perfectamente lo que iba a hacer. Al cabo de un rato,  mientras se paseaba por ahí, apareció un hombre pro-vida con un cartel enorme que mostraba: "Face it. Abortion kills babies".
Se puso a hablar con la mencionada mujer, alzaron el tono de voz y finalmente acabaron enfrentados a punto de llegar a las manos.
Él no sabía que nosotros ya habíamos hablado con ella y que se sentía agobiada y presionada. Son estas situaciones en las que te das cuenta de que las mujeres que están ahí no están por gusto y que en esos momentos es en los que debemos tratarles con más cariño y comprensión que nunca. A veces se nos olvida que estamos ahí para ayudar y no para juzgar.

Una vez más, admiro a la gente que trabaja para salvar vidas y que regala su tiempo con ese único propósito, poder ayudar a las mujeres e intentar evitarles más sufrimiento. 

Adjunto una foto en la que estamos Iñigo y yo hablando con la mujer embarazada: