El otro día llegó a la oficina del Bronx una señora que venía a pedir ayuda. Ella era cristiana católica y tenía cuatro hijos. Estaba embarazada del quinto y no quería abortar. Tenía una situación compleja ya que no trabajaba porque tenía que estar muy pendiente de su hijo pequeño; tenía principios de autismo y requería mucha atención por su parte. Estaba preocupada porque en el colegio siempre le decían que su hijo no hacía nada bien las tareas escolares, que era hiperactivo y le trataban de inútil. Me sorprendió la actitud de esta mujer tan valiente. En su cara sonriente se reflejaba bondad y generosidad; esa generosidad por dar la vida por sus hijos, rechazar cualquier trabajo para dedicarse a su familia y además hacerlo todo con una humilde sonrisa. Impresionante. Me admiró la capacidad que tenía esta mujer de seguir luchando ante sus circunstancias. Nos explicó que todos los días, antes de dormir, leía 20 palabras con su hijo para ayudarle a mejorar y que aprendiese más rápido. A final de mes repasaba todas las palabras y leían nuevas.
Esta mujer me hizo pensar que realmente vale mucho la pena luchar por aquello que se quiere, aunque sea costoso y difícil. Todo lo que vale, cuesta y por supuesto tiene una recompensa. Esta chica me alegró el día y me dio fuerzas para seguir adelante con mucha ilusión y confiar en la providencia de Dios. Todo pasa por algo y hay veces que no sabemos cual es la causa pero lo último que deberíamos perder es la esperanza.
Esta mujer me hizo pensar que realmente vale mucho la pena luchar por aquello que se quiere, aunque sea costoso y difícil. Todo lo que vale, cuesta y por supuesto tiene una recompensa. Esta chica me alegró el día y me dio fuerzas para seguir adelante con mucha ilusión y confiar en la providencia de Dios. Todo pasa por algo y hay veces que no sabemos cual es la causa pero lo último que deberíamos perder es la esperanza.
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