Hace ya algunas semanas vino a la oficina una señora que quería abortar. Su hijo de 10 años se quedó en la sala de espera mientras yo hablaba con la mamá. Tenía 5 hijos y había abortado una vez. Vimos el vídeo y me dijo, con algo de miedo, que aceptaba los riesgos. Que tenía que hacerlo. Que no tenía otra salida.
Hablamos de su anterior aborto y le conté mi experiencia en la clínica abortista. Le dije que yo no quería para ella, ni para ninguna mujer, que sufrieran como sufren las mujeres que veo salir de la clínica tras hacerse un aborto. Aquí fue cuando me contó su experiencia. Me contó como se desarrollo todo dentro de la clínica y, como ella pensaba que en realidad, el bebé se lo habían dado a una señora que la acompañó al quirófano y que no conocía.
Me contó que sufrió mucho. Que sufrió mucho por lo que había hecho. Que sufría al pensar en ese hijo que no estaba con ella. Le explique que nosotros le podíamos ayudar con este nuevo embarazo con cuidado prenatal, con recursos después del nacimiento y que siempre íbamos a estar disponibles para ella si necesitara algo o, simplemente, hablar. Decidió que iba a seguir adelante. Se dio cuenta que ya no iba a estar sola más. Y que no tenía porque volver a sufrir pensando en lo que no fue y podía haber sido...
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