Esta semana, en el centro del Bronx, tuvimos una visita inesperada. Cinco jóvenes entre los 15 y los 17 años vinieron a comprobar si estaban o no embarazadas. Las cinco querían hacerse un test de maternidad. Me sorprendió doblemente: una, porque vinieron en grupo (eran 5) y por la temprana edad de las chicas.
Nuestra misión es formar e informar a las mujeres que vienen a los centros y ofrecer la información certera, clara y diáfana de lo que supone un aborto, de lo que es un aborto. Así pues, antes de los test de embarazo les explicamos, con rigor, qué implicaba abortar, tanto a nivel físico como emocional. Mientras visualizaban uno de los vídeos gráficos algunas de ellas miraban sus móviles de última generación, escuchaban música o estaban chateando por alguna de las plataformas digitales comunes. A los pocos minutos les digimos que tenían que atender a la información que les estabamos facilitando en favor de su conocimiento. Algunas de ellas, dejaron de lado sus teléfonos. Otras continuaron distraídas. Después del vídeo gráfico, tres muchachas nos dieron las gracias por informarles. Reconocieron abiertamente que no sabían nada acerca del aborto, que nunca nadie les había contado antes este tema radical, ni en sus familias, ni en la escuela.
Es trágico que las jóvenes y no tan jóvenes que acuden a pedir asesoramiento a los centros EMC (Expectant Mother Care) se plantean la posibilidad de abortar sin saber absolutamente nada de esta "opción". No puede evitar preguntarme, ¿por qué?, ¿por qué nadie o pocas mujeres que acuden a los centros EMC apenas si conocen la realidad de tomar esta irreparable decisión? Aún estoy buscando la respuesta.
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